A mediados del año pasado, Fátima, con ayuda de su esposo, decidió ocupar la primera mitad de su sala para implementar una juguería. Aunque en un principio solo realizaba fotocopias, el vivir frente a una posta médica ubicada al lado de un parque de la avenida Faucett le dio la oportunidad de comenzar a vender jugos, cafés y postres para atraer a trabajadores del lugar y pacientes curiosos, naciendo así “La Divina Providencia”.
No obstante, la pandemia del COVID-19 ha obligado a que muchos emprendedores paralicen sus actividades y replanteen su situación. En el caso de “La Divina Providencia”, Fátima no atendió durante casi tres meses lo que le significó obviamente pérdidas económicas. Tras una corta pausa, ella encontró una forma de readaptar su negocio.
Esta semana, “La Divina Providencia” volvió, aunque con ciertas restricciones: la venta de jugos y postres se realiza mediante pedidos vía WhatsApp, es decir, solo para llevar. Además, ha pasado a ser más una bodega, ofreciendo productos alimenticios de primera necesidad (como arroz, azúcar, leche, huevos), y sin dejar de lado el servicio de fotocopiado. Fátima cuenta que en estos días le está yendo muy bien, y que está considerando en vender también productos de limpieza.
Este caso demuestra que, ante las diversidades externas repentinas, es posible reinventar un negocio sin perder de lado su propósito inicial.
Ariana Medina Guerra
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